Estela Carlotto, el sueño cumplido pero la búsqueda continúa

Aug 25, 2015Argentina, Estela Spanish, Issue 1 - August 2015, Issue 1 Features Spanish, Issue 1 Spanish

El 5 de agosto de 2014 fue un día clave en la vida de Estela Barnes de Carlotto (Buenos Aires, Argentina, 1930). Ese día, después de casi cuarenta años de una incansable búsqueda, conoció finalmente a Guido, su nieto, el hijo que su hija Laura había tenido en cautiverio antes de ser asesinada y cuyo paradero permanecía desconocido.

Estela es presidenta de la organización argentina no gubernamental de derechos humanos Abuelas de Plaza de Mayo (“Abuelas”) fundada en 1977 con el fin de encontrar a niños nacidos en cautiverio y “desaparecidos” durante el régimen militar más violento de la historia argentina, conocido como “guerra sucia”. [1] (1976-1983)

Durante este oscuro capítulo de la historia del país, el gobierno persiguió a adversarios reales y a aquellos que ellos percibían opuestos al régimen, entre ellos sindicalistas, periodistas y estudiantes. Muchos de los secuestrados y encarcelados simplemente “desaparecían” tras ser detenidos ilegalmente. Abuelas estima que aproximadamente 500 niños nacidos en cautiverio fueron dados a familias que, a menudo, tenían estrechos vínculos con la cúpula militar.

La jueza que lleva adelante la causa y que ya restituyó legalmente a muchos de los nietos “desaparecidos” fue la que le anunció la gran noticia de que habían encontrado a su nieto.[2] “No lo podía creer, recuperamos a Guido!” recuerda Estela.

Reclinada sobre un sillón en la sala de conferencias de la sede de Abuelas, “Estela”, como todos la conocen en Argentina, se ve pensativa, quizás sea esa tranquilidad que tanto esperó tener. “Es que ahora tengo 10 años menos y me río todo el tiempo”, confía.

Su otra hija, Claudia Carlotto, coordinadora de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI), organización que trabaja en estrecha colaboración con las Abuelas para ayudar a identificar los niños robados, coincide:  “Desde ese día, mi madre ha cambiado. Ella visita al médico regularmente, observa a su dieta, e incluso toma antioxidantes “, ríe Claudia.

Es coqueta, luce aretes y peinado de peluquería a donde concurre religiosamente cada 15 días en La Plata, su lugar de residencia. Nunca antes se había presentado en público despeinada, excepto aquel frío día de agosto, cuando apareció en la famosa conferencia de prensa para dar la noticia del hallazgo de Guido, su nieto, y el número 114 en ser encontrado.

Tan pronto como se conoció la noticia, la mayoría de los medios de comunicación y redes sociales en Argentina se hicieron eco del sentimiento popular “Encontramos a Guido!”

“Fue una alegría colectiva que animó a muchos chicos a venir a buscar su identidad. Los teléfonos aquí no paraban de sonar.

Las llamadas aumentaron de 9 o 10 diarias a 300”, recuerda felizmente Estela.

ESTELA FRENTE

Fotografía en esta página: Rolando Andrade and Augusto Alassia.

Sin embargo, su sonrisa se desvanece cuando describe que lo ocurrido en Argentina, militares criando al hijo del enemigo como propio, es un caso único, “un privilegio”, entre comillas como ella lo denomina, al no haber encontrado algo similar en ninguna parte del mundo. “En Argentina, fue ciudadano contra ciudadano, el bebé era secuestrado, su identidad cambiada como fue la de Guido, fue un plan sistemático que aún no tiene explicación ni política ni psicológica”, se lamenta.

Hija única de una familia de clase media de La Plata, en las afueras de Buenos Aires, Estela Barnes de Carlotto  fue maestra de escuela, luego directora y se casó con su primer y único novio Guido, con quien tuvo cuatro hijos: dos mujeres y dos varones.

Esa es “su otra vida”, como ella la llama – una vida familiar, programada, con hijos, hasta que en noviembre de 1977, en plena dictadura militar, su hija primogénita Laura, estudiante universitaria de 23 años, miembro de la Juventud Peronista y embarazada de dos meses, fue secuestrada junto a su novio Walmir Óscar Montoya.

Estela y su marido removieron cielo y tierra para encontrarla. Cuando pensaron que estaba muerta, se enteraron de que se encontraba detenida en un centro clandestino de detención, conocido como La Cacha, y que esperaba un bebé al que nombraría Guido, como su padre. En agosto de 1978, los militares le devolvieron el cuerpo de Laura quien había sido asesinada después de dar a luz a Guido. Nada se supo de su bebé.

Meses más tarde, Estela se unió a la recién formada organización Abuelas de Plaza de Mayo. A partir de allí se la vio marchando incansablemente todos los jueves en la Plaza de Mayo junto a las demás abuelas luciendo pañuelos blancos bordados con el nombre de sus nietos e hijos desaparecidos, ha presenciado los juicios de más de 400 militares de todos los rangos y ha sido testigo de la apertura de más de 300 lugares de memoria en donde funcionaban los centros clandestinos de detención, incluyendo a La Cacha.

Tras la ejecución de Laura, su hijo fue criado bajo el nombre de Ignacio Hurban, que él recientemente cambió por Ignacio Montoya Carlotto, ya que no quiso utilizar el nombre Guido, Sus padres adoptivos Clemente y Juana María Hurban, son dos trabajadores agrícolas ahora jubilados de Olavarría, una ciudad en la provincia de Buenos Aires. Las circunstancias que rodearon su adopción están actualmente bajo investigación.

Teniendo bastantes dudas sobre su propia historia familiar que nunca lograba aclarar, Ignacio decide hacerse una prueba de ADN ante el Banco Nacional de Datos Genéticos de Familiares de Desaparecidos-un banco de sangre establecido en la década de 1980 por las Abuelas y que alberga muestras de sangre de todos los miembros del grupo. El resultado positivo confirmó su identidad en julio de 2014.

A pesar de que se esperaba que el banco culmine su trabajo en 2050, Claudia Carlotto de la CONADI, institución que trabaja en estrecha colaboración con el banco de sangre, dice que permanecerá vigente más tiempo ” porque los nietos de los niños que desaparecieron quieren saber su verdadera identidad. Estela coincide: “los nietos vendrán a buscarnos a nosotras tanto como nosotras los seguimos buscando a ellos”.

Una metodología que cambió con el tiempo

A medida que fueron transcurriendo los años, las abuelas fueron cambiando la metodología de búsqueda, sus nietos eran grandes y podían participar ellos mismos de ese proceso.

“Al principio los buscábamos inocentemente en las casas cuna, después empezamos observaciones en jardines de infantes, en escuelas primarias y cuando los chicos llegaron a una edad en que ya tenían determinación y pensamiento propio, empezamos a hacer muchas actividades dentro y fuera del país para que aquellos que tuviesen dudas y hubiese cosas familiares que no entendían, como el maltrato al preguntar y, que en vez de responderles los castigaran,

puedan acercarse a nuestra institución para recibir ayuda”, dice Estela.

Así surgió el Teatro por la Identidad, en el que actores y directores montaron obras que abordaban el tema de los desaparecidos y Música por la Identidad, en el que Guido paradójicamente, participó como músico antes de saber la suya propia.

“Finalmente, dos años atrás, se constituyó en Europa una red europea por el derecho a la identidad. Tanto en España como en Italia y seguramente en Francia, si alguien tiene alguna duda y existe la necesidad de extraer sangre, los consulados argentinos envían en un cartoncito la muestra de sangre que llega a la Argentina y se compara con las muestran que tenemos archivadas en el Banco de Datos Genético”, explica la presidenta de Abuelas.

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Messi

En junio de 2014, justo cuando se cumplían 36 años del Mundial de fútbol en Argentina en el que la dictadura utilizaba al fútbol para ocultar crímenes del Estado, las abuelas iniciaron una campaña con Lionel Messi y Ezequiel Lavezzi , entre otros jugadores, en la que pedían a jóvenes que se acercaran a las abuelas si dudaban de su identidad.

“Hace 10 años que te estamos buscando, acercate a Abuelas”, decía Messi frente a cámara. “Desde esa campaña, una de las más efectivas, mucha más gente ha venido por ayuda”, asegura Estela.

Al preguntarle si pensó que jamás encontraría a su nieto, su respuesta es contundente “Si encontré a otros chicos, ¿por qué no iba a encontrar al mío? Lógicamente durante mi búsqueda, me preguntaba: ¿estará vivo? Me mantuve siempre muy optimista, lo soy por naturaleza y vivo a mis 84 años con la convicción de que me falta mucho por hacer”.

Hasta el momento, 116 niños de los desaparecidos han sido identificados como resultado de los esfuerzos de las Abuelas faltando encontrar cerca de 400. Nominada cinco veces para el Premio Nobel de la Paz, Estela fue galardonada con el Premio de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en 2003.

Ha pasado ya un año desde que Estela encontró a Guido, de 37 años y la relación entre ambos se ha hecho más fuerte.

“Afortunadamente, mi nieto se incorporó rápidamente a nuestra familia, lo vemos seguido. Desde el primer momento fue una relación maravillosa, casi inédita. Me llama ‘abu’. Lo visitamos en su casa para compartir cada momento posible con él”.

La silla que estuvo vacía durante tantos años está ocupada desde el año pasado, los portarretratos vacíos, que lo estaban esperando, ya tienen su nueva imagen. Estela dice que su nieto no se parece en nada a su madre pero que es  ” igual a su padre. Él es un músico al igual que fue su padre, a pesar de que se asemeja a Laura cuando habla. Y a veces se parece a su abuelo. Es hermoso, es un artista, un chico bueno”, cuenta emocionada Estela. “Lo que yo no quería era morirme sin abrazarlo. Ya tengo a mis 14 nietos conmigo”.

[1] Durante la última década, dos ex dictadores han sido condenados por el secuestro sistemático de niños durante la dictadura: Jorge Rafael Videla murió en la cárcel en 2013 mientras cumplía una sentencia de 50 años, y Reynaldo Bignone está actualmente cumpliendo 15 años de prisión.

[2] Servini de Cubría fue apartada de esta causa poco después de la entrevista y reemplazada por el juez federal Marcelo Martínez de Giorgi.

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Por Karina Mirochnik


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