Crítica literaria: Unfinished Business

Feb 19, 2016Issue 3 - March 2016, Issue 3 Reviews Spanish

Por Teresa Cantero

Cuando Anne-Marie Slaughter dejó su puesto en el Departamento de Estado para volver al mundo académico y pasar más tiempo con sus dos hijos, se encontró con caras de desaprobación y una frase acusatoria y ruin: “Es una pena que tengas que dejar Washington”. Slaughter, quien en 2012 había publicado un artículo en The Atlantic con millones de visitas, “Why Women Can’t Have It All,” era entonces Directora de Planificación de Políticas de la Ministra de Relaciones Exteriores, Hillary Clinton. Regresaba a Princeton para no perder su plaza como profesora y para estar con su familia, que se había quedado atrás cuando se trasladó a Washington para servir al gobierno estadounidense. Slaughter es ahora Presidente y CEO de New America Foundation y este pasado septiembre ha publicado Unfinished Business, una profunda retrospectiva sobre la visión estadounidense de la conciliación laboral y familiar.

En este nuevo volumen, Slaughter enumera no solo las modernas tensiones americanas entre lo profesional y lo personal, sino que también planea una ruta de cambio. La que fuera responsable de políticas ilumina los estereotipos y las normas culturales que han aprisionado a las mujeres durante muchos años en una cultura donde el equilibrio entre el hogar y el trabajo es visto como un problema de la mujer, no del hombre.

Para cualquier persona con interés en tener una vida más allá de la oficina, Unfinished Business es lectura obligada. No ofrece recetas secretas para promocionar en el trabajo mientras se tiene niños pequeños en casa, sino que presenta datos científicos y numerosos ejemplos que contrarrestan las creencias comunes sobre mujeres y trabajo en una cultura que a menudo valora más la cantidad sobre la calidad. “Los trabajadores que trabajan desde casa o incluso se toman tiempo libre no pierden coeficiente intelectual”, recuerda Slaughter a los lectores. “Su elección de poner a la familia al mismo nivel, o incluso por delante de la promoción profesional, no afecta necesariamente a la calidad de su trabajo, aunque reduzca la cantidad”.

 

Book coverLa antigua responsable de políticas exteriores de la Casa Blanca repasa lo que se necesita lograr para conseguir una verdadera igualdad en la ecuación hogar-trabajo. La solución comienza por darse cuenta de la necesidad de un cambio integral entre mujeres y hombres, en el trabajo y en la sociedad. Tomando como ejemplo las presiones culturales que dicen que las mujeres han de ser los cuidadores primarios no solo para niños, sino también para sus mayores – y tienen que ser perfectas en ello- pasando por políticas que solo las mujeres escuchan en entrevistas de trabajo, hasta el llamado “estigma de la flexibilidad”, Slaughter reitera un claro credo: la eficiencia no es cuestión de número de horas. La autora describe cómo la sociedad castiga a las mujeres que temporalmente dejan puestos a tiempo completo para pasar más tiempo como cuidadoras, mientras que también castiga a los hombres que deciden hacerlo con una percibida pérdida de masculinidad. Para Slaughter, el lugar de trabajo ha cambiado para mejor en los últimos 30 años, pero aún necesita transformarse para ofrecer un sistema verdaderamente igualitario para mujeres y hombres, en el que trabajar desde casa, pedir flexibilidad horaria o renunciar al trabajo durante unos años para hacerse cargo de responsabilidades familiares no es visto como una huida completa de la carrera laboral o un hueco inexplicable en el currículo, sino como una fase normal de la que al menos la mitad de la clase trabajadora será objeto como mínimo una vez en la vida.

 

En Unfinished Business, Slaughter desafía conceptos como el de “súper-mujer”, o el de tomar la “vía-mamá”, y llama a una movilización masculina en la que la planificación de la carrera laboral también implique añadir la variable familia. “Estar al frente es importante en el momento justo, pero también lo es el luchar contra las reglas, estructuras, actitudes y creencias que todavía apoyan una vida laboral delineada y estigmatizan a cualquier trabajador que se desvíe de ella”, argumenta. La autora reconoce que el mantra con el que creció –“puedes ser lo que quieras en la vida”- es verdad, pero solo si es con ayuda, y hace hincapié en que el trabajo que las mujeres de la generación de su madre hicieron en casa era tan importante como el que los hombres han hecho tradicionalmente fuera de ella. “En la larga búsqueda por la igualdad de género, las mujeres primero tuvieron que ganar poder e independencia emulando a los hombres”, escribe. “Pero a medida que logramos ese poder e independencia, no debemos aceptar automáticamente la visión tradicional del hombre –que es realmente la visión de solo una minoría de hombres- sobre lo que realmente importa en el mundo”.


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